23 ago 2010

[A904] Agua para África

Ryan Hreljac
Es normal participar en una conversación sobre lo mal que está el mundo. Sin embargo, con este tema sucede lo mismo que con el del clima: se habla y se habla, sin ánimos de cambiarlo; se piensa que así como la temperatura depende de la naturaleza, el hacer un mundo mejor depende de los políticos.
«¿Qué podría aportar yo? Desde mi puesto de trabajo no tengo influencia ninguna». «¿Cómo lograría construir un mundo más justo y bueno, si con trabajo ayudo a mis familiares?». Ryan Hreljac, niño canadiense de primaria, nos enseña que con un poco de ilusión podemos hacer mucho.
Como todo gran proyecto, tuvo un inicio muy simple. En una de sus clases de primaria la maestra les hablaba sobre la sed que se padece en África, y cómo muchos niños y mujeres tenían que caminar varias horas sólo para llenar un recipiente del preciado oro azul. Y concluía: «¡Pensar que bastan sólo 70 dólares para excavar un pozo!».
Ryan -en su inocencia- tomó al pie de la letra estas últimas palabras. Al llegar a casa les pidió a sus papás la cantidad. Su situación económica era difícil, pero su madre le ofreció un dólar diario si le ayudaba en los quehaceres de la casa.
El chico barría, aspiraba, compraba la leche, tiraba la basura y, además, ignoraba las burlas de sus hermanos Jordan y Keegan. ¡Estaba dispuesto a todo con tal de meter cada día un dólar en su alcancía!
Por fin llegó la hora en que completó la suma. Junto con su madre, se dirigió a una organización de ayuda a los países africanos llamada WaterCan. La directora, Nicole Bosley, explicó al pequeño que para construir un pozo no bastaban 70 dólares, sino 2,000. Pero hizo un compromiso con él: si conseguía 700, WaterCan pagaría los otros 1,300.
El niño siguió trabajando, sólo que ahora puso en movimiento a los que le rodeaban: la maestra colocó una alcancía sobre su escritorio, los parientes y conocidos le ayudaron, ¡y hasta sus irónicos hermanos visitaron a los vecinos para conseguir el resto! ¡Ryan lo logró!
Emocionado, acudió una vez más a la organización, pero esta vez para escoger el lugar donde se construiría el pozo: un pueblito de Uganda del Norte. Él mismo eligió un punto cercano a una escuela; así, pensó, chicos como él gozarían de agua fresca.
Gracias al patrocinio de un periódico local, el 27 de julio de 2000 Ryan fue recibido en el lejano pueblo africano. Era apenas un niño de 10 años, y grandes y pequeños lo admiraban. Además, al volver a casa, el Canadá entero le conocía y hasta el primer ministro lo recibió en un encuentro personal. Nació así la fundación “Pozo de Ryan”, que ha conseguido ya muchos miles de dólares destinados a diversos proyectos en el África.
Se puede pensar que esta es una historia bonita, pero aislada. Que el mundo no se cambia con sólo 70 dólares, que hace falta más tiempo, dinero, etc. Pero la verdad es que sin niños -¡y adultos!- con ilusión, no habría tantas cosas buenas en el mundo.

Si quieres comunicarte con el autor, envía un mensaje a:
buenasnoticias@arcol.org

3 comentarios:

  1. Tan solo un niño, podriamos decir que fue un pensamiento inocente, pero con solo esa virtud del pensar en los demas, pudo lograr su objetivo y llevar a agua miles de personas. Solo un niño movilizó a mucha gente. Si todos pensariamos igual que el, un solo granito de arena por persona bastaría. ..::Un abrazo::..

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  2. me encanto. es enserio un solo niño??? dirian algunos. esto demuestra que no importa como seas y cuantos años tengas todo es posible si te lo propones

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  3. la verdads es muy lindo... esto demuestra que no tine nada que ver la edad solo lo que podemos hacer... y esto lo explica todo!!!!!!

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